jueves, 28 de julio de 2016

Carta a una Diosa


Nunca seré la mejor hija del mundo porque la perfección no va conmigo, no funciona, no cala hondo, pero en mi propia imperfección me defiendo, resisto el golpe e intento no ahogarme continuamente y es en ésto en lo que sobrevivo y aprendo; la resistencia no me salvaría de nada sino fuera porque tengo mi ancla particular, que me sostiene en tierra cuando debo y me deja elevar cuando es necesario, cuando mi afán de libertad es mayor que cualquier regla a seguir y cualquier dogma que acatar.

Y ésa es mi madre, mi As en la manga, la tormenta personificada, tormenta como concepto, desde aquella que arrasa con furia a cualquiera que pase por delante a esa otra que hace de la noche un momento sin tanta oscuridad y en el que puedes caminar entre bosques o ciudades de papel  porque cada relámpago ilumina el camino y cada trueno te recuerda como de volátil y frágil es todo aquello y cómo debes andarte con sumo cuidado.
Ella es la tormenta, algo que si miras con ojos temerosos te rugirá en la cara y que si dejas que te acompañe de por vida, cuando salga el Sol y desaparezca por un tiempo, echarás en falta.

Alguien como yo, que escribe cuando necesita no tiene necesidad de dedicarle cuatro palabras vacías de mierda haciendo ver que la quiero con locura el día de la madre porque la quiero con locura (porque ella es Locura) el resto del tiempo, es mi guía, aquella a la cual no soporto parte del tiempo y sin la que no podría vivir TODO él. Ahora es cuando entenderéis que las relaciones son más complejas que lo que alguien como yo puede explicar.

Ella y yo nos queremos tanto como discutimos, me enseña tanto como nos reímos estando tiradas en el sofá y se me encara hablándome de dónde podría llegar con este cerebro y esta mente tanto como yo dejo de escuchar por momentos. Y así funciona, sin mentiras, sin relaciones perfectamente falsas y carentes de.
De punto y aparte.

Mamá, eres tú la persona que más se esfuerza y que más lucha que conozco, NUNCA te dejas doblegar por nada ni nadie, eres de fuego, de metal y de piedras preciosas, eres la reina de tu casa, eres todos tus ideales y todos los libros que lees, eres toda esa música que escuchas y todo el mundo que has recorrido, eres la leona de la selva, la brisa de la Coruña en pleno Agosto y el rugido de una pantera, todo a la vez. Pero si de todas esas cosas que eres (y te conforman como persona) sólo pudiera quedarme con una, es que eres mi madre.

Gracias por haberme enseñado a valorar la vida de una forma tan peculiar al resto del Universo, gracias por haberme abierto un libro y enseñarme todo lo que esconden porque sin ese ínfimo detalle no llegaría a donde quiero llegar, gracias por levantarme las veces que caía, gracias por mostrarte fuerte y valiente, gracias por no dejarme perder el camino, GRACIAS por ser quien eres.

Me has enseñado más de la vida de lo que jamás te podrías creer y de lo que nunca nadie podrá.

Te quiere el desastre que tienes por hija,

                                                                          Jezabel.

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