jueves, 12 de mayo de 2016

Las piedras del calzado (Parte I)


Ironía andante, de palabra fácil,
un ente móvil, que atrae, que gusta,
que te llama a las tres de la mañana,
que esnifa cada noche
y te recuerda que tú no lo hagas.

Que de blanco se cubre
y entre vómitos se hunde.

Parece que sabe manejar
un avión a  trescientos mil kilómetros,
de mi mar, de mi océano, de mis noches.

Se marea y se pierde en sus entrañas,
en la ceniza del tabaco
que solíamos fumar.

Estoy hablando de un poeta de tres al cuarto,
de un borracho más,
de tu vecino de al lado,
de un viandante al caminar.

Del hombre que enamora,
que daña y que duele,
aquel que te toma cual musa
porque no recuerda tu nombre,
aunque sí cada páramo de tu piel,
al que una vez le cediste tu alma
para que se inspirara
y no la volviste a ver.

Una vez tú, ya, reconstruida
y olvidado al payaso de vino y motel,
medraste como persona;

ya no te supiste reconocer.


Att: La que evitaba a escritores frustrados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario