lunes, 30 de mayo de 2016

El anonimato y la ventaja.


Trinidad nunca dormía,
cabeceaba ante el cansancio
haciéndose con ella el hastío
la pereza del que será de mañana
y la duda ante su futuro.

Rimaba en rima asonante
aunque de escribir no sabía,
recitaba oros poemas
y así la poseían.

La literatura corría por sus venas
acompañada de unas gotas de jazmín,
perfume que inhalaba
cuando no sabía que más decir.

Nunca la noche pudo con ella
pero durante el día era otra cuestión,
más compleja, más amarga
viviendo encerrada en su salón.
Creatividad no era su palabra favorita
porque siempre surgía Frustración.

Trinidad nunca fue mía
porque, ella, jamás me acompañó;
me faltaba su presencia,
al rededor de mi ser,
ella era musa maldita
encerrada en un mal motel.

La suciedad le cubría,
la suciedad que no la dejaba crear,
ésa misma que a veces le decía:
                               
                        "Nunca pares de soñar".

A mi lado se sienta un caballero,
sin cabellera,
mirándome sin cesar,
como decirle que no soy la que piensa
y que me deje de espiar,
cuando yo siendo la de siempre
no dejo de observar
cómo se viene Diciembre
y cómo el pasado se va.

Frío y marchito,
las hojas volando viajan
en una estación no correspondiente
a juego con mi soledad.

Repleta de amantes diréis que estoy
pero el diluvio que navega por mis manos
es metáfora constante,
de lo que siempre te he llorado
y de lo tanto que me faltaste.

Fundido a negro.
Termina el acto, se baja el telón,
se terminan los aplausos,
acabo con la función.

Att: Metáfora y delirios.

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